sábado, julio 26, 2025

Boca, la campaña del miedo

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«Riquelme – El descenso de Boca», titula un diario deportivo horas después de que Boca fuese eliminado en la Copa Argentina. Derrota por 2-1 ante Atlético Tucumán. Poco fútbol para el equipo de Miguel Russo al que no le alcanza ni con la llegada de Leandro Paredes. En otro medio, también nacional, “el Boca de Riquelme” está “barranca abajo” y “encadena frustraciones y edifica una de las peores rachas del siglo”. Lo que sigue es un racconto de los malos resultados desde que el ídolo asumió la presidencia del club a fines de 2023. No falta tampoco la cronista que pregunta en la calle por Riquelme sí o Riquelme no. La pregunta en sí misma apunta a un objetivo: meter el dedo en la llaga.

Riquelme es el blanco político de Mauricio Macri y del presidente Javier Milei. Y los medios de comunicación masivos, con programas deportivos de TV que inventan polémicas irrisorias, su arma de ataque. Macri fue humillado en aquellas elecciones en las que ni siquiera se presentó a votar. El que sí asistió fue el presidente, insultado por los socios. Así, Milei quedó expuesto en una de sus primeras apariciones públicas tras ser electo. Y dijo que renunciaba como hincha de Boca.

Boca no pega una desde hace tiempo. Riquelme -máximo ídolo- no puede revalidar en el juego del primer equipo lo que él hizo como jugador. Pero, a la vez, Boca se volvió popular, fiel a su historia. El club tiene espacios para otros deportes (campeón en básquet) y para los vecinos. Pero el fútbol manda. Y lo social no vende. Lo que les interesa a los hinchas es ganar títulos.

Más allá de los cuestionamientos al Riquelme dirigente, muchos de ellos justificados, no escapa que la actualidad es producto de años de gestiones polémicas. Boca como botín político. Para entender el presente, puede leerse ¿De quién es Boca? – Una historia política del club (Ediciones Futurock), del historiador Santiago Allende.

En ¿De quién es Boca? se parte de una premisa: cuando las mismas tormentas deportivas las padece River la repercusión negativa no es la misma. River -sus dirigentes-, tal vez más millonario que nunca, tiene el caparazón de los programas deportivos. Cuando pierde no se cuestiona a Marcelo Gallardo pero, cuando hizo falta, se atacó a Martín Demichellis hasta que dio un paso al costado.

Allende hace hincapié en los buenos tiempos deportivos de Macri, que le permitieron dar el salto a la política de la Ciudad de Buenos Aires, primero, y a la presidencia de la Nación, después. Se añorarán los tiempos en que “Nike, Quilmes y Multideportes” aportaban un dineral en concepto de merchandising. Pero también se recordarán los acuerdos políticos y la formación de una “comisión investigadora” que expuso un “endeudamiento a corto y largo plazo” por parte de la gestión macrista. “Los intermediarios estaban en su salsa”, escribe Allende.

“El informe de la comisión investigadora -se lee- se dio a conocer el 19 de marzo de 1998. Para esa altura, Macri ya había arreglado su alianza política con Digón y Nosiglia, quienes aprobaron el balance a cambio de espacios políticos que habían perdido en el club”.

En el libro se detallan internas que en su momento llegaron a pases de facturas insólitos, como el que incluía el cambio de nombre de la Bombonera en el marco de una venganza política. Se incluye el tema de las SAD, que llega a nuestros tiempos. Acá de vuelta: Macri y Milei a favor de la privatización de Boca y de los negocios que pueda generar ganancias a privados. Riquelme, como bandera de un Boca popular y saneado.

Pero los resultados mandan en el fútbol. Se puede ser el peor dirigente y ganar, que pocos cuestionarían la gestión. Se puede ser honesto y perder en la cancha: entonces ningún directivo podrá mantenerse.

Y mientras en la cancha a Boca no le vaya bien, aparecerán aquellos que apelan a echar más leña al fuego. Muchas veces detrás de intereses que no tienen en cuenta al club.

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