Poco se sabe de su persona, pero una enorme cantidad de fieles se acercan al Cementerio Municipal para demostrarle su agradecimiento y devoción. La tumba “de los milagros” se ha convertido además en uno de los mayores atractivos de la necrópolis local.
Los misterios embellecen el mundo. La propia fe es un misterio, impulsada por millones de personas en todo el mundo aferradas a ella, buscando protección, ayuda, algo de consuelo.
Hay quienes dicen que Mansilla fue un procurador filántropo, dispuesto a brindar ayuda a los más necesitados.
También se dice que fue un médico generoso y que no tenía ningún vínculo especial con la religión.
Su panteón está ubicado a diez metros hacia la derecha del pasillo central del Cementerio Municipal de Santa Fe, y se la denomina “la tumba de los milagros”.
Las historias entorno a su figura se remontan a la década del 50 o 60, cuando un fenómeno único, paranormal, hizo nacer la veneración de muchos santafesinos. Ocurrió una noche de tormenta, luego de su entierro, en la que un rayo cayó sobre su panteón, y una luz permaneció encendida en el interior.
Afirman también que en ese lugar no se encuentran los restos de Mansilla. A pesar de ello, el mito cobró cada vez más fuerza, y las ofrendas y peticiones nunca dejaron de llegar al mausoleo, porque Mansilla “cumple verdaderos milagros”.
Se dice mucho sobre este ser misterioso, pero hay hechos concretos. Hace muchos años, el panteón tenía una capilla en el subsuelo. Sus devotos acudían allí a rezar, a rendirle culto y a pedirle. Con el tiempo, se bloqueó el subsuelo, se redujo el espacio, y los fieles comenzaron a dejar “chapitas” de agradecimiento por sus milagros.
Su imagen fue creciendo con los años. Los devotos fueron cada vez más. Sus descendientes han tenido siempre cierto reparo a hablar sobre quién fue Rafael. Tal vez por respeto, por lo que genera en cientos de personas que recurren a su panteón en busca de su ayuda, de su luz.
SFA – LT10