sábado, septiembre 20, 2025

Cuando denuncias de corrupción e internas «ayudan» a tener atajos para el plan antiinflacionario

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A mediados de enero de 1991 el dólar y las tasas llegaban “a la estratósfera”, titulaba Clarín. Las tasas interbancarias tocaron el 90% mensual y el dólar, los 6.800 australes.

Nacía lo que se llamó el plan Erman VII o más de lo mismo, como lo calificó la UIA en ese momento. Fue un programa fugaz meses antes del lanzamiento de la Convertibilidad (abril 1991), que intentó hacer el entonces ministro de Economía Antonio Erman González en un último arrojo por manejar una coyuntura sacudida por la escapada no prevista del dólar mediante una revisión mínima de los lineamientos económicos previos.

¿Qué había sucedido en los meses previos?

El plan Erman de 1990 terminó dándoles cada vez más importancia a los instrumentos monetarios relegando aspectos fiscales. Pero sobre todo privilegió el manejo de corto plazo del Banco Central que restringía la cantidad de dinero buscando proteger el tipo de cambio, anclaje del nivel de precios y garantía de una inflación declinante.

Resultados consiguió. La inflación bajó del 95% mensual de marzo de 1990 (meses después del Plan Bonex) a 10,8% en julio y 4,7% en diciembre.

Pero en noviembre y en diciembre de ese año el rey quedó desnudo: quedó demostrado que el superávit fiscal estaba prendido con alfileres, que las cuentas no cerraban y que el encandilamiento del Gobierno con las privatizaciones y la reforma del Estado que había prometido en 1989 no se traducían en recursos suficientes para revertir el rojo de las cuentas públicas. El déficit primario en 1990 cerró en 2,9% pero incluyendo el pago de los intereses de la deuda (déficit financiero) 4,5%. Claramente menor que el de 1989 (7,8%) pero no alcanzaba.

El esfuerzo del plan Erman VII recayó sobre un ajuste en los bancos provinciales y evasores para equilibrar esas cuentas.

La crisis de enero de 1991 dejó un saldo grave para el aparato productivo ya que las tasas de interés se elevaron a casi 1.000% anual. Con los cambios introducidos, el equipo económico esperaba que se produjera una reacción importante de la recaudación durante el verano, que se concretaran anuncios de inversión y que el traslado a precios de la suba del dólar no fuera significativa.

No solo nada de eso ocurrió sino que la inflación en enero subió a 7,7% y en febrero saltó a 27%.

El plan Erman VII llegó rodeado de condimentos políticos. Previamente se produjo el escándalo Todman-Swiftgate que lo único que hizo fue revelar la existencia de corrupción en el Gobierno: el embajador de Estados Unidos, Terence Todman, le contó a Erman González que había recibido un pedido de coima por parte de un funcionario de Economía. La empresa Swift, propiedad entonces de la estadounidense Campbell Soup, tramitaba un pedido de desgravación desde la época del gobierno de Alfonsín.

Back to the 90’s (La vuelta a los 90), un libro de próxima aparición de Marina Dal Poggetto y Daniel Kerner (autores de otro libro Tiempo perdido) narra las peripecias de aquellos años.

Simultáneamente a todo esto se llevó adelante una reorganización del Gabinete que en teoría fortalecería a Erman González y a Javier González Fraga, titular del Banco Central.

Todo el Gabinete presentó la renuncia al presidente Menem en medio de una tormenta política. González en Economía y Domingo Cavallo en Cancillería estuvieron entre los confirmados.

Hubo dos cambios entre los colaboradores: salieron los asesores económicos Álvaro Alsogaray y Emir Yoma.

Erman renunció a los pocos días. El 31 de enero asumió Cavallo en su lugar.

El economista estaba en un viaje como canciller en Venezuela cuando se enteró de que sería el reemplazante para el Ministerio de Economía. Cuando llegó a Ezeiza había un auto oficial esperándolo para ir directo a Olivos a tener su primera cita como ministro con Menem. Allí se encontró con González Fraga y el propio Erman. Cuando terminó el encuentro, Cavallo le pidió a González Fraga que lo acompañara a la casa para seguir conversando sobre qué haría para detener la inflación que otra vez se había acelerado.

“Javier, voy a poner un tipo de cambio a 10.000 australes”.

“Pero si el tipo de cambio de la convertibilidad está debajo de los 7.000”, le respondió González Fraga.

Varias semanas más tarde, en abril, Cavallo lanzaría su plan de estabilización pero fijando el tipo de cambio y anclando ahora sí la inflación. Se trataba de un esquema de hard peg, por entonces internacionalmente aceptado para bajar los procesos de alta inflación. Años más tarde se demostraría que esos esquemas serían demasiado rígidos ante shocks externos como el que ocurriría en 1995 con el Tequila. Sin embargo, aquella paridad peso-dólar se convirtió en la llave con la que Menem encarriló sus escándalos de corrupción, las internas y la crisis económica.

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