Nuestra última columna se tituló “La política rota”. Como reflejo de eso, todavía cuesta entender cómo será la oferta de frentes electorales para la elección nacional en muchos distritos, con todo lo que eso implica para la compresión de los votantes, que ya los sabemos desencantados y poco propensos a la participación. A mayor confusión, menor interés.
Con los tironeos consabidos, finalmente LLA y PRO terminaron en alianza en Caba, lo cual era de esperar teniendo en cuenta 1) el acuerdo en la provincia de Buenos Aires y 2) la derrota estrepitosa de los amarillos en la capital el 18 de mayo. Cuando una fuerza política pierde en su ciudadela, los votantes tienden a diluirse naturalmente. De modo que medir fuerzas otra vez podía implicar mostrar un peso más raquítico. Siempre es mejor ser socio minoritario de algo que gane, que ser el dueño absoluto de algo que pierda y mal. Así se impuso el cálculo racional y conservador. ¿Y el futuro? Sabe Dios. 2027 es el largo plazo en un país como la Argentina.
Aquel 18 de mayo selló la suerte de PRO por este año y cada general amarillo hizo lo que mejor le convino. Desde una coalición pacífica en Entre Ríos, hasta una conducta autónoma en Chubut sumado al Grito Federal (que se llamará Provincias Unidas). En el resto de los distritos hubo de todo, pero en la mayoría se constituyó matrimonio porque el partido de Macri tiene poca relevancia, con pocas excepciones como Córdoba. Cuando se vino la noche, el desbande del ejército era lo esperable, y el presidente de ese espacio corría el riesgo de quedar como el comandante en jefe de la nada, si se rigidizaba.
Como a río revuelto, ganancia de pescadores, hay algunas figuras con la caña en la mano para llevarse algo al final de la jornada. Uno es Grabois, quien está queriendo condicionar al PJ en algunos distritos (nada menos que en la poderosa PBA). Otro es Randazzo, quien, ante la defección de Manes en territorio bonaerense, se puso a la cabeza de la versión local de los federales, para tratar de renovar su banca. Ya tuvo dos magros resultados en 2017 y 2021, por lo que es esperable que tampoco se luzca mucho esta vez. No tiene el perfil para captar a los ex votantes de Juntos por el Cambio (JxC), a diferencia de María Eugenia Talerico, quien ha sido muy prolija en su armado, fuera de las estridencias de sus competidores.
Cabe detenerse en ese intento de conformación transversal radical–peronista–cívicos–etc. No lograron contener a todos en el frente Somos, que competirá en septiembre, pero aparentemente no en octubre en la provincia de Buenos Aires. Lo primero que se debe apuntar es la dificultad de articularse, aunque sea electoralmente, de gente que no está muy distante en términos ideológicos. La segunda cuestión es que es muy difícil entusiasmar a los moderados si los propios dirigentes se pelean. La tercera es que, sin articulación creíble, es aún más difícil tener una estrategia y un relato consistentes para atraer a votantes que quizá se queden en la casa fastidiados con todos. Y la cuarta es que, ante este desbarajuste, se le abre la posibilidad de expresar su malestar a otras alternativas políticas, quizá menos potentes.
Lo menos malo
Con el desgaste interno del pero-kirchnerismo y los extravíos de los moderados, ayudan a LLA a ofrecerse como lo menos malo en el principal distrito del país. Ahí es donde cobra mucho sentido la entente de los gobernadores porque 1) hablan desde el poder y la experiencia de gestión, es decir, no son testimoniales; 2) casi todos administran territorios donde Milei ganó en primera vuelta, con lo cual le limitan su capacidad electoral, y 3) aun ganando el oficialismo nacional y duplicando sus bancas, el Congreso seguirá muy fragmentado, con todo lo que eso implica para la gobernabilidad y el plan de reformas estructurales que plantea el presidente.
En síntesis, es probable que la foto del 26 de octubre nos muestre de vuelta a una sociedad que hace tiempo no se siente cómoda con solo dos opciones predominantes. ¿Por qué? Porque se ha ido fragmentando, diversificando y complejizando con el paso de los años, en parte debido a las crisis vernáculas, y en parte por el proceso de transformación tecnológica y cultural a nivel planetario. Solo vale recordar que los dos más votados en la primera vuelta de 2015 sumaron el 71 % y, que ocho años después, los dos preferidos juntaron el 67 %. En 2015 el tercero sacó el 21 % y en 2023 obtuvo el 23 %. Es decir, estamos cada vez más partidos y la política lo refleja fielmente, aunque eso no ayude al proceso institucional.