No suelen ser las tardes lluviosas marco o contexto de partidos chatos, olvidables, que pasarán desapercibidos para la historia auriazul, pero este lo fue, ante un rival que espera, se cierra, y se encomienda a la posibilidad de sacar un punto o ganar con alguna equivocación del dueño de casa
Algo raro anda pasando. Las tardes de lluvia suelen guardar en el Gigante espacio para partidos memorables, no necesariamente alegres siempre, pero memorables al fin. Cualquier hincha con algunos años yendo al estadio podrá dar fe y buscar ejemplos de los buenos y de los malos. Se sabe que los canallas no renegamos ni negamos las malas, y que disfrutamos las buenas.
Pero volviendo al tema. No suelen ser las tardes lluviosas marco o contexto de partidos chatos, olvidables, que pasarán desapercibidos para la historia auriazul, pero este lo fue, ante un rival que espera, se cierra, y se encomienda a la posibilidad de sacar un punto o ganar con alguna equivocación del dueño de casa. Vale la pena anotar y pensar que en el Central con Di María serán varios los que escogerán jugar de esta manera.
Y claro que la culpa no es de ellos, porque la responsabilidad siempre es del que tiene y puede dar más. Y Central en este momento parece que todavía no puede.
Es todo futbolístico, más allá de las lesiones y algunas ausencias. El tema de fondo es crear y generar, hallar el circuito para los espacios. La gente se va a impacientar, porque este Central ilusiona por sus nombres y la gente espera que esa ilusión sea correspondida. En un contexto de fútbol-espectáculo ya no se puede pretender que las más de 40 mil personas que van al Gigante partido a partido entiendan de qué se trata y de cómo son los momentos. Hay gente que vive en una Narnia futbolera y paga su entrada para ver un espectáculo.
Y el fútbol es el único show que no te puede garantizar mirar algo que te guste aunque vayas con pasión y convicción. Y menos si te están baldeando desde arriba agua helada.
La mayoría lo entiende, empuja, con mucho más fiereza y locura en medio de la lluvia. Y quiere ser lo que siempre es, el jugador que cambia el ritmo de un partido cerrado. Pero alguno reprobará o se sentirá decepcionado. Esos también ayudan, porque no son conformistas. El conformismo o meter las cosas malas bajo la alfombra supo llevar a Central a momentos nefastos.
Cada pincelada de Di María te lleva a un lugar feliz. Cada desborde de Campaz ilusiona con un final de grito de gol. Cada pique de Veliz es una chance de definición oportuna. Pero por ahora, siempre llega un defensor a despejar o falta un poco de precisión.
El fútbol se trata de fútbol. Créame, es cuestión de saber esperar.