martes, junio 3, 2025

La riesgosa polémica sobre el off the record

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Causó un estrépito importante en redes sociales cierta tendencia reciente a criticar informaciones periodísticas redactadas y editadas en modo de “off the record”, que en su traducción literal del inglés significa “fuera de grabación” en una entrevista.

Es oportuno recordar que un episodio legislativo detonó el debate. Tras el fracaso del proyecto de ficha limpia en el Senado, varios funcionarios del gobierno nacional criticaron las noticias que circularon sobre las causas de su rechazo en el recinto.

Algunos medios informaron que el exgobernador de Misiones y actual legislador, Carlos Rovira, había instruido a dos senadores nacionales de esa provincia para que votaran en contra del proyecto. La mayoría de estas noticias se publicaron sin identificar la fuente, aunque algunos medios mencionaron que tal información provenía de entornos políticos cercanos al citado dirigente político. En este sentido, la crítica desde el poder se focalizó en una “presunta” debilidad de la información por la sola razón de haberse escrito en “off the record”.

Lo cierto es que esta modalidad remite a un estilo muy utilizado, en el marco de un pacto honorable entre una fuente -que pide no ser identificada- y el periodista, quien se decide a publicar a partir de un chequeo de la información que lo aproxime a una fuerte verosimilitud.

No está de más resaltar que el derecho a publicar información en “off the record” está protegido por el artículo 43 de la Constitución Nacional, lo que permite a los periodistas desarrollar sus investigaciones y publicar sus noticias manteniendo el anonimato de sus fuentes.

Muchas veces, suele pasar que la fuente es de tan excelente capital simbólico e institucional que eso no sólo asegura una publicación, sino una dimensión mayor en su extensión, sea en prensa gráfica o en tiempo en el aire, si se trata de medios audiovisuales.

Hoy el “off” hasta se vive en directo por televisión cuando, por ejemplo, vemos a reconocidos periodistas leyendo ante cámaras y en su teléfono celular la información de fuentes que no identifica, pero que igualmente deciden difundirla, porque la entienden como veraz y de calidad.

Al decir de un estado del arte frondoso sobre el “off the record”, producto de abundante bibliografía, congresos específicos y artículos, no será necesario profundizar sobre su naturaleza o conveniencia de su aplicación.

Por lo pronto, vale remarcar que el periodista, al seguir esta técnica, sigue las pautas de un manual de estilo de la empresa donde trabaja y que le son requeridas por superiores jerárquicos, en su rol como responsables últimos de la edición final de la noticia.

Esta suerte de descripción del proceso de “making off” de una noticia en “off the record” hace visible una constante en varias redacciones o servicios informativos y si bien nada asegura la calidad total, lo cierto es que la mayoría de editores y periodistas tienen la conciencia tranquila por haber cumplido con todos los deberes a la hora de publicar y difundir.

A la vez, la empresa periodística, al avalar una publicación en esas condiciones, garantiza a sus lectores y a la opinión pública en general que esa información sin fuente identificada no es producto de ninguna “operación” o comentario propio adjudicado a un tercero o especies ajenas a un periodismo de calidad.

Por supuesto que, como en toda profesión u oficio, se suelen correr riesgos, pero esto no debe invalidar a una herramienta que permitió denunciar hechos históricos nacionales e internacionales de corrupción, del crimen organizado y del espionaje, siendo el caso Watergate de la prensa norteamericana el más emblemático de todos.

Por tal motivo, el tema del estrépito citado al comienzo no se explica en el conocimiento o desconocimiento de la ley, sino por la tensión política que se suele percibirse cuando la prensa saca a la luz realidades que el poder político -en todas sus versiones- quiere ocultar.

Sucede que, cuando se critica a esta herramienta clave del periodismo, se esparce a los cuatro vientos una estela de brutal hipocresía desde distintos niveles de poder. Esto es porque, al cuestionar al periodismo en todas sus alternativas posibles como práctica profesional, también se cuestiona la libertad de prensa y, por consecuencia, se condiciona la posibilidad de vivir en una democracia plena.

Periodista, Lic. y Doctor en Comunicación (UNLP)


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