Es momento de empezar a priorizar lo importante: tu salud física y mental.
Estrés, sedentarismo y malos hábitos pueden impactar más de lo que se cree en la salud de quienes trabajan. A continuación, algunos consejos para cuidar tanto la física como la mental.
Estrés y burnout, el combo silencioso
Si te levantás cansado, te cuesta concentrarte y sentís que vivís para trabajar, podés estar entrando en lo que se conoce como burnout o síndrome del trabajador quemado. No es una exageración: la OMS lo reconoció como un problema vinculado directamente al entorno laboral. Dormir mal, aislarse o tener cambios de humor frecuentes son señales para prestar atención.
Postura, dolores y el cuerpo que habla
Dolores de cuello, espalda baja, muñecas o piernas pesadas. Cada tipo de trabajo tiene sus achaques. Estar sentado muchas horas o moverse demasiado sin pausas también desgasta. Por eso, aunque suene básico, lo de pararte cada tanto, estirar o tener una silla cómoda no es un capricho, es prevención.
Comer bien con poco tiempo
¿Vivís a café y galletitas en el escritorio? Es una postal repetida. Pero hay formas realistas de mejorar: tener snacks saludables a mano (frutos secos, fruta, barritas), armar viandas caseras simples o, si comés afuera, buscar opciones que incluyan vegetales y proteínas. No se trata de obsesionarse, sino de no pasarla mal después.
Dormir no es perder el tiempo
Descansar bien es tan importante como trabajar bien. El sueño es reparador y clave para el rendimiento físico y mental. Si te cuesta dormir, armá una rutina nocturna: bajar pantallas, evitar cenas pesadas y establecer un horario estable ayuda mucho.
Saber cuándo pedir ayuda
Si sentís que ya nada te motiva, que tu cuerpo no da más o que estás siempre al límite, no te la banques solo. Psicólogos, médicos clínicos o kinesiólogos pueden ser aliados. Cuidarse también es una forma de trabajar por uno mismo.
Fuente: Nexofin