«En esta era digital, donde dependemos de teléfonos, computadoras, redes sociales, portales y demás, ayer la radio a pilas fue la única fuente de información en España. Un elemento que casi no se usa. De 200 vecinos donde vivo uno solo tenía una radio, que guarda porque es fan del Atlético Madrid y ahí escucha los partidos. A la tarde, muchos nos juntamos a escuchar por esa radio qué era lo que pasaba porque no teníamos idea de lo que estaba ocurriendo». Andrés Actis es un periodista rosarino que hace años está instalado con su familia en España. Vive en las afueras de Madrid. «No me quedé en el ascensor, ni varado en tren o avión», cuenta a La Capital. El masivo apagón lo agarró en su casa. Otros no tuvieron esa suerte.
Europa vivió, este martes, un gran apagón que derivó en algunas escenas atípicas e incluso con rasgos apocalípticos. Fueron muchas horas sin luz, que complicaron el tránsito en las calles por la falta de semáforos y por suspensión de servicios de trenes y metros eléctricos. A la vez, hubo demoras y suspensiones en vuelos, lo que generó situaciones tensas en aeropuertos. Ni qué hablar de las dificultades en el uso de wifi y datos, que hizo que muchos ciudadanos además de no poder cargar sus celulares estuvieran incomunicados por largo tiempo. Como resultado, nadie podía saber qué estaba pasando. Casi el inicio de una serie de ciencia ficción.
«La gente está escuchando la radio como si fuera 1964», describió en sus redes sociales Malena Pichot, quien se encuentra en Madrid y fue afectada por el apagón. «La gente camina muy tranquila, pero la realidad es que están todos los locales cerrados, cosa que es muy rara», aseguró. Luego ironizó con un «tengo miedo», pero más tarde debió salir a aclarar ante las dudas que era chiste. «Es un chiste! Pasé por un auto que estaba con la radio y nos quedamos escuchando un par. Fue un momento gracioso. No deliren!», posteó más tarde. Es que el delirio y las situaciones extrañas se repitieron durante toda la jornada.
El reinado de la radio y la falta de GPS
Andrés lamenta no haberse llevado su vieja radio, que confía está en algún lugar de la casa de sus padres en Argentina. Confiesa que, además de vivirlo, vio el reinado que este martes tuvo la radio a pilas en muchos videos y crónicas registrados en diferentes puntos de España. «Autos que ponían la radio fuerte y la gente se acercaba a escuchar. Vecinos que colgaban su radio en un árbol para que escucharan otros», relata. Pero no se trató solo de la radio. El apagón impactó sobre otros puntos de la rutina.
«Aquí está casi todo bancarizado, pero ayer había que pagar todo en efectivo, en medio de la locura, fueran pilas o agua. Yo tuve que prestar efectivo a vecinos, hubo una revalorización de los billetes, cada vez más en desuso en esta economía bancarizada y digital», resalta.
Y en las calles, asegura el periodista rosarino, el caos no fue solo por la falta de semáforos. «Muchísima gente en Madrid, turistas y residentes, estaba perdida sin Google Maps. No sabían para dónde ir, para dónde caminar, qué medio de transporte tomar. La falta de GPS, la dependencia a la navegación, generó escenas de incertidumbre«, cuenta.
«Ante la falta total de información de fuente oficial, se confirmó que estamos en la era de la desinformación y la conspiración. Impresionante cómo el 90 por ciento de la gente con la que hablé ayer tenía una teoría conspirativa. Muchos pensaron que era un plan de la Unión Europea para controlarnos, porque justo la Unión Europea promocionó hace poco que debíamos tener un kit de emergencia. Que fueron los chinos, que fue Putin, que nos quieren empobrecer. Barbaridades que durante horas fueron moneda corriente», resume.
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Una calle de Lisboa iluminada únicamente por las luces de un auto.
Las viejas del barrio son Twitter
En la misma línea, Florencia Coll, periodista rosarina que vive y trabaja en Barcelona desde hace años, resalta: «Hoy corroboré que el teléfono fijo no te salva de estar incomunicado, pensé que sí. Pero ayer después de que se registró el corte de la luz y nadie tuvo celular, los teléfonos fijos tampoco andaban».
Ante la consulta de La Capital, cuenta que se encontraba en plena videoconferencia cuando, a las 12.38 de este martes, se cortó la imagen y se apagó la luz. Lo primero que pensó fue que era un corte de Internet. «Pero no es común que se corte el servicio de Internet acá. La gente no entendía nada», remarca. En Argentina, reconoce, la situación no hubiera llamado tanto la atención.
A diferencia de Andrés, que al emigrar olvidó su radio a pilas , Florencia destaca: «Cuando se produjo el apagón al toque saqué mi salvadora radio, una que compré en 2003 en Cosquín y que llevo siempre conmigo. La tengo en mi mesa de luz, no la uso siempre pero cada tanto. Me sirvió para estar conectada«. Dice que el comentario, en el barrio, es que «se agotaron en tiempo récord las radios a pilas, que rondan entre 10 y 15 euros».
Florencia reconoce que la gente corrió a los supermercados, que los tres de su área se quedaron sin agua embotellada y tenían largas hileras de gente esperando entrar. Y que mucha gente hoy está comprando el bendito kit recomendado por la Unión Europea, de hecho está agotado en varios lugares cercanos a su hogar. Pero que más allá de eso ella asegura que nunca tuvo sensación de catástrofe. Que tras esperar unas horas decidió irse a la playa y que encontró mucha gente ya allí, celebrando en medio del caos que se había vuelto día no laborable. «Había también mucho humor dando vuelta», valora.
Por otra parte, la periodista subraya que «lo más hermoso fue ver cómo unas viejas divinas del barrio salieron, como lo hacen habitualmente, a decir que tendrían que sacar la silla a la calle para ponerse a bordar y tejer». Ella vive en la zona de La Barceloneta, donde asegura el promedio de edad es de 80 años, y ríe: «Esas viejas fueron mi Twitter porque brindaban información al instante».
«La gente estuvo las primeras dos horas pegada al celular, intentando ver qué estaba pasando, si era algo individual o colectivo. La gente no suele hablar mucho entre sí, con los vecinos, entonces este apagón funcionó de alguna manera como la pandemia, fue una excusa para volver a hablarse, porque algo común nos estaba atravesando«, dice.
Florencia analiza que «fue clave la comunicación intervecinal, porque en un barrio donde hay mucha gente mayor, ambulancias y bomberos llegaban pero no sabían a donde dirigirse. No andaba nada, no se podían orientar. Hubo mucho diálogo entre vecinos, para orientar a los equipos de emergencia cuando había gente atrapada en ascensores, por ejemplo». También se abrió otro tipo de diálogo, porque «ya no se puede esquivar la discusión de la soberanía energética», concluye.
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La gente camina por una calle oscura durante un apagón causado por el huracán Rafael, La Habana, Cuba. Fotografía: Yamil Lage/AFP/Getty Images
No es el fin del mundo
También en España, pero de paso, el periodista rosarino Guillermo Salvador vivió en calidad de turista el apagón. Invitado a un casamiento en Barcelona, este martes se encontraba tomando un café en el octavo piso de un mirador cuando de pronto todo quedó a oscuras. «Estaba disfrutando la ciudad y la primavera. Salí a caminar, bajé para plaza catalunya, entré a la Tienda Inglesa y me puse a tomar un café en el mirador. Cuando se cortó la luz volvió enseguida porque tenían generador, se prendieron algunas luces básicas y hasta pudimos bajar por ascensor«, relata en diálogo con La Capital.
Al salir del edificio notó que el corte era general y pronto se daría cuenta de que no era una situación menor. «Caminando por la calle empecé a ver que los negocios estaban cerrados. Intenté escribir pero iba y volvía internet. Me tenía que encontrar con un amigo en un shopping y me puse a caminar por la playa para llegar. Entonces vi un caos de tránsito, ambulancias y bomberos. Estaba lejos de donde estoy parando. Se cortó definitivamente internet y me encontré sin saber bien cómo seguir«, confiesa.
«Había gran cantidad de gente caminando por todos lados, como los medios de transporte son eléctricos no funcionaba nada. Igual el clima estaba hermoso, la gente volvía caminando a sus casas después de irse de sus trabajos por la falta de luz», relata. Él mismo debió caminar un largo trayecto hasta volver a su alojamiento. Era la única opción. Ser uno más en la marea humana del martes.
¿Qué estaba pasando? Nadie sabía. «En todas las esquinas había gente sacando conjeturas. En una esquina escuché que estaba cortado todo España, Francia y Portugal. Pero la esquina siguiente decían otros países. Después cambiaba la teoría, todos opinólogos», analiza.
Cuando pasó por barrio de Gracia vio «muchos bomberos, mucha sirena» porque «estaban sacando a mucha gente atrapada de ascensores». También pudo ver a mucha gente en los supermercados, «abarrotados de personas que buscaban agua y comida».
«Se fue haciendo tarde, se iba oscureciendo, muchos no sabían qué hacer, parecía para muchos el fin del mundo. Claramente, los europeos no están acostumbrados a que se corte la luz», finaliza.