sábado, abril 19, 2025

Desfinanciemos universidades anticristianas, socialistas y woke

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El sudor de las frentes del 88% de la población mexicana —que es cristiana— no tiene, de ninguna manera, que ir a parar en impuestos usados para destruir nuestra fe, nuestras familias y tradiciones, en las universidades públicas, que cada día son más un hervidero de socialistas, progre-globalistas y activistas woke.

Donald Trump, en su segundo mandato —iniciado en 2025—, ha declarado la guerra a las universidades que traicionan los valores cristianos, familiares y patriotas. Al congelar 2,200 millones de dólares en fondos federales y 60 millones en contratos a Harvard, Trump apunta al corazón del problema: los programas de Diversidad, Equidad e Inclusión (DEI), que no son más que un caballo de Troya para imponer ideologías socialistas y anticristianas.

México debe tomar nota y auditar el dinero público que gastan nuestras universidades, desfinanciando de inmediato cualquier iniciativa woke que ataque nuestra fe, nuestra identidad y nuestra soberanía, y que busque instaurar, subliminal o explícitamente, el socialismo de la decadente “4T”. Como mucho de lo que ha propuesto Marx Arriaga (el trasnochado rojillo que lleva en el nombre la penitencia).

Harvard, con su fondo de 53,200 millones de dólares, es el emblema de una educación superior secuestrada por el progre-globalismo. Sus programas DEI, que Trump exige eliminar, promueven políticas de identidad divisivas, priorizando cuotas raciales y de género sobre el mérito.

Estas iniciativas socavan la familia tradicional y la moral cristiana. Qué importante que Trump demande auditorías externas a departamentos académicos y también sanciones a protestas antisemitas disfrazadas de activismo. Harvard se resiste, alegando autonomía, pero los contribuyentes no están obligados a financiar su decadencia.

Pero en México, el panorama es igual de preocupante. La UNAM, la Universidad de Guadalajara y otras instituciones públicas despilfarran millones del erario en cátedras, eventos y proyectos que glorifican ideologías y perspectivas de género, el socialismo y el relativismo moral. ¿Cuánto se gasta en conferencias que cuestionan la familia natural como núcleo sagrado de unidad social? ¿Cuántas aulas ridiculizan nuestra fe católica?

Es hora de auditar cada peso y desfinanciar cualquier programa que huela a DEI o a agendas anticristianas, socialistas y woke. El dinero público debe formar profesionistas que fortalezcan a México, no financiar experimentos que nos fragmentan.

Trump va avanzando en esta importante lanzada de Contrarrevolución Cultural. Columbia, bajo amenaza de perder 400 millones de dólares, ya cedió a demandas similares, eliminando programas DEI y reformando políticas de admisión. Cornell y Northwestern enfrentan recortes de 1,000 y 790 millones, respectivamente, por no disciplinarse. Hay que restaurar el orden ante viejas hegemonías de la degeneración.

En México, necesitamos gobernadores y legisladores con la misma determinación: revisar presupuestos universitarios, exigir transparencia y cortar el flujo de recursos a iniciativas woke. La autonomía no es un cheque en blanco. La UNAM ha esquivado auditorías, y la UdeG ha chocado con gobiernos locales que buscan orden, pero el pueblo merece saber cómo se usa su dinero.

El peligro trasciende el gasto interno. Universidades mexicanas han sostenido relaciones cercanas con entes como Open Society de George Soros, la ONU —con su Agenda 2030— y el Partido Comunista Chino, a través de sus institutos Confucio. Habría que ser muy ingenuos para suponer que no se están promoviendo agendas en nuestras casas de estudio.

Estas influencias y posibles financiamientos buscan, de fondo, un mundo sin Dios, sin patria y sin la familia natural. México debe rechazarlos y proteger sus aulas de estas influencias socialistas que disfrazan su veneno como “progreso”.

No es censura, es justicia. El dinero de los mexicanos debe reflejar los valores que nos unen: la fe, la familia, el amor a la patria, la democracia. Trump, enfrentando a Harvard sin temor, nos muestra el camino. México necesita líderes que auditen, supervisen y desfinancien universidades anticristianas, socialistas y woke. Si no actuamos, seguiremos pagando por nuestra propia destrucción.

¡Oración y Acción: Contrarrevolución!

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